ELECTRA, DE EURÍPIDES: DESGRACIADA VENGANZA
“He aquí un hombre que se ha revelado excelente sin ser grande en Argos ni orgulloso de la reputación de su familia. Un hombre que pertenece a la mayoría. ¿No vais a entrar en razón los que andáis por ahí llenos de prejuicios hueros? ¿No vais a juzgar a un hombre noble por el trato y por su forma de ser? Hombres como éste gobiernan bien los Estados y sus casas; en cambio esos cuerpos vacíos de juicio son adornos del ágora. Tampoco es cierto que un brazo fuerte aguante la lanza mejor que uno débil. La entereza reside en la naturaleza y en el valor.” (vv. 380-390. Ibíd. p. 237.)
Y efectivamente encontramos más valor y resolución en el labrador que en el noble Orestes. Éste, a pesar de su fortuna y formación, como un precursor de Hamlet, duda cumplir con la venganza a la que su situación lo llama. Aquel, por otra parte, soporta cada día con nobleza los trabajos que le impone su condición y defiende los valores en los que cree a pesar de los ataques que sufre. Por cierto, nos preguntamos si el recuerdo de estas líneas estuvo presente para los hermanos Hugg durante la escritura de “You’re a Better Man Than I”.
Electra se estrena catorce años antes de la muerte de Sócrates. Este filósofo ágrafo que sobre todo conocemos como personaje principal de los Diálogos de su discípulo Platón, sostiene en Gorgias la siguiente discusión con Polo, que representa lo que hoy varios llamarían “el sentido común”:
“Seguramente, Sócrates, que ni siquiera del rey de Persia dirás que sabes que es feliz.
SÓC. — Y diré la verdad, porque no sé en qué grado está de instrucción y justicia.
POL. — Pero ¿qué dices? ¿En eso está toda la felicidad?
SÓC. — En mi opinión sí, Polo, pues sostengo que el que es bueno y honrado, sea hombre o mujer, es feliz, y que el malvado e injusto es desgraciado.” (Platón. Diálogos II. Madrid: Ed. Gredos, p. 59)
El desarrollo de esta sociedad llevó su filosofía del materialismo al idealismo, poniendo como prioridad la ética. Una convención de la tragedia que no podía faltar es el relato del mensajero. Orestes, de acuerdo a su carácter, no ha enfrentado a Egisto en combate singular sino que se ha valido del engaño al hacerse pasar con Pílades como tesalios.
Egisto, se preparaba para ofrecer sacrificio a las Ninfas y, al verles, les invita a participar del banquete. Sacrifica al ternero e insta a Orestes a despiezarlo. Él lo hace con rapidez y Egisto examina las entrañas que, recordemos, era uno de los tantos medios de adivinación de los que se valían los griegos. El rey usurpador le expresa a quien cree un extranjero su temor de ser asesinado por Orestes. Y aquí debemos citar a nuestro admirado mensajero:
“Y mientras se agachaba, tu hermano se puso de puntillas, le hundió el cuchillo hasta las vértebras y le desgarró los músculos de la espalda. Todo el cuerpo se convulsionó de arriba abajo y daba alaridos mientras moría de mala muerte.” (vv. 840-844. Ibíd.)
Así, Orestes es recibido por su hermana como el mayor de los héroes y aquel la insta a maldecir al cadáver de Egisto; un discurso que termina diciendo:
“(...) que nadie crea que ha vencido a Justicia, por haber corrido bien el primer tramo, antes de que se acerque a la línea y doble la meta de la vida.” (vv. 955-957. Ibíd.)
El siguiente paso es matar a Clitemnestra, pero Orestes pregunta a su hermana “¿Cómo voy a matar a la que me crió, a la que me parió?” (v. 969. Ibíd.) Luego de escuchar a Electra, Orestes acepta su misión sin estar muy convencido de ella.
Clitemnestra, a quien han hecho creer que Electra ha parido un hijo del labrador de acuerdo a lo planeado por ella y el anciano, llega y expone todas las justificaciones de sus crímenes. Esto no vale para la joven que considera que su madre y su tía Helena, la mujer de Menelao, son igual de indignas. Ella, en cambio, ha aprendido que: “Quien casa con mujer malvada por su riqueza o noble cuna es necio. Casamiento modesto, pero prudente, es mejor en una casa que matrimonio notable.” (vv. 1097-1099. Ibíd.) Por supuesto, Clitemnestra no se ha enterado del asesinato de Egisto. Entra a la casa del labrador convencida de que asistirá a un sacrificio por la décima luna del nacimiento de su supuesto nieto. Entra, y desde la choza se escuchan las lamentaciones de Clitemnestra sacrificada por sus hijos.
En el Gorgias, Sócrates dirá a Polo:
“(...) el que obra mal y es injusto es totalmente desgraciado; más desgraciado, sin embargo, si no paga la pena y obtiene el castigo de su culpa, y menos desgraciado si paga la pena y alcanza el castigo por parte de los dioses y de los hombres.” (Platón. Ibíd., p. 62.)
La ejecución de la venganza no lleva tranquilidad a los hermanos. Por el contrario, tienen un reconocimiento: que el coro pone en palabras: “Has cometido el más terrible crimen” (v. 1226). Para desenlazar la historia el autor recurre a su tan condenado deus ex machina (“el dios que baja de la máquina”; en griego: «ἀπὸ μηχανῆς θεóς» - apò mēchanḗs theós): aparecen los Dióscuros, Cástor y Polideuces, hermanos gemelos de la madre asesinada.
Cástor ordena que los hermanos se separen: Orestes deberá entregar a su hermana en matrimonio a Pílades para luego huir a Atenas donde, suplicante, abrazará la imagen de Palas Atenea para salvarse de la furia de las Keres (las Erinis vengadoras). Los hermanos se despiden con la dolorosa certeza de no volver a verse más. Cástor se despide diciendo “(...) que nadie prefiera delinquir ni ser compañero de viaje de los perjuros.” (vv. 1355-1356)
Hoy el idealismo sigue preponderando en las artes y en muchas dinámicas de nuestra sociedad pero, los tiempos son otros. La burguesía no se toma el más mínimo esfuerzo por fijarse en las contradicciones entre las condiciones de vida y los valores éticos de las clases oprimidas. Ya de antemano establece sus prejuicios al respecto como verdad absoluta y, sin mostrar el más mínimo respeto, establece verdades absolutas que valora como “sentido común”. De repente, los pobres tenemos que proyectar una imagen que responda a sus patrañas, de lo contrario, algo estamos haciendo mal. Así, el indígena debe conservar su cultura y estilo de vida, así le haya sido arrebatado para el sostén del capitalismo; el obrero no se puede pronunciar contra el capitalismo si emplea alguna parte de su salario en adquirir algún bien o servicio que provenga de la gran industria; el estudiante debe aceptar lo que la academia declara avanzado aunque los Ph. D. ni siquiera se tomen la molestia de estudiar las ideas que condenan; el labrador sólo puede ser una suerte de auxiliar del ambientalismo pequeño burgués respetuoso de la propiedad privada.
Hoy no hace falta perjurar cuando se puede ser hipócrita y cobrar por ello, los planteamientos y reflexiones éticas se elaboran a partir de las exigencias del mercado. La crisis del idealismo es otra más de las manifestaciones de la crisis general del sistema capitalista. Destruir este sistema que nos ha despojado de todo es la única “venganza” capaz de hacernos justicia.
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