El Arte y La Necesidad de una Revolución

 

"La libertad guiando al pueblo" de Eugène Delacroix
"La libertad guiando al pueblo" de Eugène Delacroix

Por: Diego Beltrán 

La cultura juega un papel central en la sociedad de clases y especialmente en la capitalista. Su tarea, aunque ignorada por millones, representa un escape para las mayorías de las desgracias del capital y al mismo tiempo le sirve a este como recurso para mantener y reciclar su filosofía dominante. Pero las mejores expresiones surgidas de la cultura no han sido aprovechadas siempre por las mayorías o creadas para estas. Si bien es cierto que se ha sabido utilizar como un elemento de control de masas siendo coercitivo, pedagógico o alienante sus formas más acabadas son un privilegio del que gozan exclusivamente las élites.


Citando a Alan Woods en su Introducción a los escritos de Trotsky sobre arte. A este respecto dice: «Engels explica que en cualquier sociedad donde el arte, la ciencia y el gobierno son el monopolio de unos pocos, esa minoría utilizará y abusará de su posición para sus propios intereses. Esa es la base real de toda sociedad de clases, y será siempre así, mientras la mayoría de la humanidad tenga que trabajar largas horas para obtener las necesidades básicas para vivir.» Woods. Arte y Literatura El Marxismo y el Arte. Introducción a los escritos de Trotsky sobre arte. (2013). 


Y es que, desde las primeras comunidades nómadas hasta nuestros días, la mayoría de las sociedades han estado mediadas por el arte y generaron formas estéticas, filosóficas y rituales propias según su evolución social desprendida de la relación de sus individuos con los medios de producción: primero bajo estructuras de comunismo primitivo y luego en aquellas divididas en clases. Esto quiere decir que el arte nació en el seno de la sociedad como una expresión de las relaciones humanas y su interacción con su entorno. Lo que lo convierte, según el análisis de Ernst Fischer, “...en una forma de trabajo surgida del proceso evolutivo humano, que al estar mediado por instrumentos, transmuta según su eficacia para transformar la naturaleza”  Fischer. La necesidad del arte.(1967). pg. 15. O sea genera un valor extra de la materia sobre la que trabaja, produciendo plusvalía.


Hoy nuestra sociedad ve al arte con cierto desdén y se le señala como una actividad de mero entretenimiento, ajena a la sociedad sobre la que se desenvuelve. Su relación con la realidad se ha vuelto casi un pecado. No obstante, este es el reflejo de la decadencia del sistema y la bancarrota de sus ideas que se expresa a través de la crisis de la industria del arte y su completa banalización. La crisis actual afecta por igual a todas las industrias, sin hacer distinción alguna acelerando la necesidad de un cambio.  Eso en parte  empujó a muchos jóvenes en nuestro país a confiar en las promesas del reformismo pero hasta el momento parece que solo son eso, promesas. Nos dirigimos a una espiral de decadencia y por lo mismo es importante comprender la función social del arte más allá de academicismos o abstracciones y su aporte al cambio real de la sociedad que comienza por un cambio de sistema.  


EL MATERIALISMO HISTÓRICO Y EL ARTE


El arte también se somete a las normas del materialismo histórico. Es decir que su desarrollo desde las primeras sociedades humanas hasta hoy tienen relación con el desarrollo de las fuerzas productivas. Sobre esa base podría parecer sencillo decir que la cultura es un apéndice más de la estructura social sobre la que descansa y que avanza sometida exclusivamente a la economía. O sea, dependiendo del periodo histórico podemos más o nos deducir en qué estado estaba el arte y qué conjunto de individuos lo manejaban. Pero la verdad es que no es algo tan simple y mucho menos mecánico. 


Primero, porque el arte como la religión o filosofía tiene sus raíces en la prehistoria y sus escuelas de pensamiento pueden perdurar en la mente humana más allá del momento en que se crearon; segundo, porque la dialéctica propia del materialismo nunca es mecánica y siempre debe ser asumida de manera científica y detallada. El arte, además, ha tenido momentos de avance en periodos de decadencia a pesar de la ausencia de desarrollo de los mismos. Esto evidencia la dinámica propia que tiene y cómo se le debe analizar.

 

En la misma línea se encuentra el artista como individuo. No es extraño escuchar en las escuelas de arte cosas como que el arte es libre, que está por encima del sistema o que es un acto individual, casi divino. Pero hace falta mucha verdad allí. El artista no es un ser suspendido en el vacío, su punto de vista responde a su contexto y a las particularidades de desarrollo cultural de su época, por eso le es imposible desligarse de la realidad material en la que vive. Igualmente la producción artística está unida a los acontecimientos sociales que le rodean y a la propia experiencia de vida de quien la produce. El arte es una forma de comunicación y como tal guarda en su interior un contenido temático, ideológico y filosófico que es extraído de la realidad y de la interacción social entre creador y mundo.


La prueba de eso son las obras artísticas en sí mismas. Las cosas, actores, escenarios y acciones interpretadas dentro de cualquier producción cultural son una representación creativa de la realidad y necesitan sustentarse en ella para lograr eso de manera exitosa. Es por eso que el artista no es "libre" visto dentro de una concepción idealista. Todas nuestras acciones están condicionadas por el medio en el cual se forma nuestra mente, negar eso es propio del idealismo burgués y solo sirve para intelectualizar el estudio del arte y volver elitista su mensaje. Lo cierto es que es el conjunto de la sociedad de clases con sus luchas particulares, desarrollo productivo, filosofía y moral la que «produce» a los artistas y su arte y las representaciones hechas por estos encuentran reflejo en el público de su respectiva época porque les caracteriza de una u otra manera.


En el texto de Teoría y técnica de la dramaturgia, Howard Lawson escribe sobre el periodo de cambio del feudalismo al capitalismo y describe que para los críticos de la época de Shakespeare era casi imposible entender su teatro y el de Molière porque les hacía falta todavía conocer el capitalismo en su forma final. Sin embargo, esto no fue impedimento para que las personas del común sí lo entendieran y se vieran reflejadas en los personajes shakesperianos; tampoco fue impedimento para que estos dramaturgos supieran caracterizar en su teatro a la sociedad burguesa que empezaba a tomar forma. Una nueva sociedad que surgía dentro de las entrañas del estado feudal y que comenzaba a generar sus primeras expresiones artísticas, filosóficas e ideológicas sobre la base de su propio avance como clase a pesar del estado consciente o inconsciente de ello. De la misma manera la escuela artística a la que pertenecían respondía con la razón y el redescubrimiento de Aristóteles a su generación anterior que basaba sus ideas en el Ars Poetica de Horacio, siendo mustia y moralista. 


William Shakespeare


Esto es la dialéctica en acción. Parados en los hombros de la generación anterior los isabelinos, futuros influenciadores de las revoluciones burguesas, desarrollaron un nuevo dogma artístico que seguiría esa ruta evolutiva siempre con la mirada en la tradición acumulada bien fuera para recogerla o ignorarla. Pero el arte no hizo un cambio radical y completo ya que en el mismo contexto los dramaturgos más conservadores bajo la tutela de Luis XIV, Corneille y Racine, realizaban obras aristocráticas que rechazaban a Aristóteles y que expresaban en su interior su punto de vista de clase agradando a la alta sociedad que se desligaba por medio de sus privilegios del mundo exterior. Era un arte en decadencia pero no acabado, hizo falta mucho recorrido para que la historia le condenara.  


Lo mismo sufren los narradores burgueses en la actualidad. Esa misma caracterización del individuo como héroe por encima de los dioses adquiere un nuevo sentido en la actualidad. Mientras que para los isabelinos era la muestra del cambio, para nosotros es el fruto de nuestra desgracia.  


LA CRISIS DEL CAPITALISMO

ES LA CRISIS DE LAS IDEAS


En la actualidad el arte ha venido viviendo un periodo de decadencia que se agudiza más debido a la crisis del sistema. Según la UNESCO en 2020, el sector de la cultura y la creatividad, en su conjunto, perdió 10 millones de puestos de trabajo en todo el mundo a causa de la pandemia del COVID-19. Ese mismo año, los ingresos obtenidos por los creadores disminuyeron en más de un 10 %, lo que equivale a más de 1000 millones de euros. La situación no estaba mejor previo a ese año pues según datos de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) la cantidad de empleos informales en el sector del arte en Europa rondaba entre el 30% y 50% para 2018 y llegaba hasta el 70% para los países en desarrollo como el nuestro. Todo esto en contraste con la cantidad de dinero invertido a las empresas y la cultura en el mismo periodo en que el COVID afectaba al planeta o en el flujo de exportaciones. Al cierre de ese año Disney, por ejemplo, tuvo beneficios por 65.388 millones de dólares y según los datos sobre el comercio mundial de servicios personales, culturales y recreativos, las importaciones y exportaciones de productos audiovisuales originales y de licencias para reproducir y/o distribuir dichos productos aumentaron en un 22 por ciento y un 9 por ciento, respectivamente, entre 2010 y 2020. 


Y la cosa no ha mejorado hoy, en su informe de conclusiones después de la “Reunión técnica sobre el futuro del trabajo en el sector de las artes y el entretenimiento”, realizada en febrero de este año, la OIT entre sus conclusiones dice: “Si bien en el sector de las artes y el entretenimiento se crea un gran número de puestos de trabajo decente, se perciben algunos déficits de trabajo decente, especialmente en aquellos lugares donde prevalece la informalidad. Los sistemas de remuneración inadecuados, el acceso limitado o, en algunos casos, inexistente, a la protección social, todas las formas de discriminación y el recurso inapropiado a distintos tipos de contrato también representan un desafío para el logro del trabajo decente.” Y concluye: “El sector se enfrenta a una escasez de mano de obra cualificada, lo que dificulta su recuperación tras la crisis de la COVID-19 y su sostenibilidad a más largo plazo.”  Todas sus perspectivas de progreso se han ido yendo al drenaje ante la inestabilidad de la crisis. 


Sin duda los artistas son más profesionales y la clase trabajadora está más preparada en el presente que a inicios del siglo pasado. Tenemos tecnología y la virtual posibilidad de acceder a todo el conocimiento posible para cultivar nuestro intelecto. Pero sin posibilidad de empleo o futuro, la oportunidad de desarrollar al máximo esos talentos es imposible; como siempre, esa fuerza de trabajo es explotada solo con la intención del lucro. Igualmente, el sistema somete a las mayorías al capricho de sus bolsillos exponiéndolas a la mediocridad artística pues sólo les ve como máquinas de producción o consumo. En el fondo al capitalismo ya no le interesa la cultura y mucho menos el avance cultural de la clase trabajadora. La crisis de sobreproducción, como ya vimos, ha minado el camino convirtiendo al sistema en un lastre que evita el uso efectivo de las herramientas de que dispone porque son usadas para el beneficio de unos pocos y no de la sociedad entera. 


En nuestro país es igual e incluso peor. Para la oligarquía colombiana el menor esfuerzo es la única opción. Desde el inicio se acostumbró a vivir de la explotación de la tierra, del trabajo del campo y de su posición “aristocrática”. Se enseñó a vivir a costa del trabajo ajeno sin invertir tiempo en la ciencia, la investigación, la educación y el desarrollo. Así sus proyectos productivos terminaron en la ruina y comprendió que sus mejores talentos eran la pereza, el autoritarismo y la dependencia de economías extranjeras. 



Esta posición sometió al atraso a nuestro país y con él a todos nosotros. No en vano hoy están en bancarrota. Para nuestra clase capitalista el arte nunca ha tenido un potencial para ser explotado con seriedad a pesar de que en 2019 representó el 3,3% del PIB. No quiere decir esto que no extraigan ganancias de él, pero lo hacen de manera atrasada y sin una perspectiva clara de progreso. 


De hecho es poco lo que se han interesado por el arte como clase en sí misma. Han tenido lumbreras, personajes pequeños, medianos o grandes aquí o allá, pero en su composición general, a la clase alta nacional el arte le interesa poco o nada.


ARTE Y REVOLUCIÓN


Los periodos de revolución proporcionan el ambiente perfecto para la renovación artística pero sobre todo para darle a las masas la voz para expresar todo aquello que se les negó. El mejor ejemplo es la Revolución de Octubre. Este fue el acontecimiento más liberador de la historia humana. 


Después de Octubre se generó un ambiente propicio para la creatividad nacido de la curiosidad colectiva, de las discusiones democráticas y la necesidad de romper con la monotonía. La cartelería, el teatro, la música, la literatura y el cine tuvieron un impulso que no habían tenido antes y que dejó marca en cada una de estas artes  hasta nuestros días.



Pero también se hicieron esfuerzos para que esas ideas llegaran a todo el mundo, combatiendo el analfabetismo y acercando la cultura a la gente. No obstante, la asfixia sufrida por la revolución debido a la guerra civil y su posterior burocratización dieron como resultado un remedo del arte revolucionario que se expresó en el llamado realismo socialista, una idea nacida del estalinismo que deploraba de la tradición de la cultura capitalista por serle ajena al proletariado y defendía un supuesto arte proletario puro. Nada de esto era algo realmente marxista y más bien representaba los intereses de la burocracia que miraba con desconfianza cualquier avance en el arte y con desprecio al proletariado al negar su capacidad de comprender las ideas y teorías “complicadas” del arte y la filosofía, mismas ideas que hoy esgrimen con vergonzoso orgullo muchos artistas pequeño burgueses adoradores del lumpen.   


Esta “escuela” sería contradicha por Trotsky quien explicó que para transformar la sociedad es necesario que la clase obrera primero domine todo el conocimiento, el arte, la ciencia y las tareas administrativas de la vieja sociedad, para asimilarlas minuciosamente y después superarlas y sobrepasarlas. Esto sólo se logrará en una sociedad libre del yugo del lucro y entregada a la solución de las necesidades de las mayorías que van mucho más allá de la comida o el bolsillo.    


Los artistas debemos formar parte, de manera activa, de la búsqueda de esa sociedad entendiendo que ese cambio va más allá de los límites de nuestra profesión y que se encuentra en la formación de una organización capaz de tomar el liderazgo de la clase obrera en el momento indicado. Todo con el fin de lograr una nueva revolución socialista, pero esta vez una mundial, donde la clase trabajadora internacional tome el timón de las fuerzas productivas de manera consciente, rompiendo con las ideas tradicionales para darle a la humanidad un nuevo arte proveniente de la vida misma y libre de las cadenas de la sociedad de clases.   








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